Iniciamos el año 2019 con el país convulsionado. Cinco años consecutivos de contracción económica. 20 trimestres con una caída acumulada que, según proyecciones de la Cepal en su informe Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2018, superó el 40% para finales del año 2018.
Estas cifras, no poseen precedente alguno en los últimos 50 años de la economía latinoamericana. A ello se suma, un 190% de inflación durante enero del presente año, lo que agrava exponencialmente la hiperinflación, fenómeno que se inició formalmente a finales del año 2017; así como una dramática y sostenida caída de la producción petrolera, que se acerca a los niveles del año 1940.
Durante el último quinquenio, Venezuela no muestra algún dato económico positivo, lo que trae consigo un alto impacto en el aspecto social. La alarmante situación de pobreza extrema de nuestra población, la crisis humanitaria y la migración indetenible, configuran un panorama de emergencia. Bajo estas circunstancias, el gobierno continúa insistiendo en un modelo completamente equivocado y anacrónico, lleno de controles, endeudamiento público creciente, medidas desacertadas desde todo punto de vista y en cualquier dirección, incrementos de salarios nominales, aceleración del financiamiento monetario, políticas restrictivas sobre el crédito bancario. En fin, una economía sin rumbo.
El tiempo de la iniciativa privada llegó…
La Manufactura es fuente clave en cualquier estrategia de desarrollo. No sólo porque es el eslabón de la transformación, del comercio, de la integración económica, sino porque es fuente primordial para el avance de la tecnología, la innovación, la educación y la generación de empleo estable y de calidad. La diversificación de la estructura productiva, mejorando la mezcla de productos y el vector de especialización internacional, es un determinante para el cierre de la brecha de productividad respecto a la frontera tecnológica internacional y, por lo tanto, de la aceleración del crecimiento de la productividad agregada en economías abiertas. En este contexto, la Industria juega un rol determinante en la construcción de cualquier plan de desarrollo.
Se agotó la renta petrolera. Ya no podremos contar con ella como en las décadas precedentes. Debemos obviar lo que significa esa renta, mal usada, despilfarrada y saqueada y transformarnos en un país que use los ingresos petroleros, ojalá excedentarios, para el desarrollo de los activos productivos y por ende de la nación: Escuelas, hospitales, infraestructura urbana y vial.
Es tiempo de la iniciativa privada. El país tiene que pasar a financiarse con inversión nacional e internacional, en todas las áreas y sectores. Es necesario pasar la página de una vez por toda. Si queremos relanzar el aparato productivo y por consiguiente apuntalar hacia el crecimiento económico y social, apartémonos de los dogmas sobre nuestras “industrias estratégicas”. Para reconstruir la industria petrolera y las industrias básicas de Guayana necesitamos del capital privado, sea éste nacional o internacional.
La industria venezolana ha sido destrozada y arrasada. El sector se encuentra en una situación de postración. A lo largo de los últimos años, no existe un solo indicador que muestre algún comportamiento positivo en este proceso. Nos hemos quedado atrás en inversión, internacionalización, innovación, generación de encadenamientos productivos. Durante los últimos 20 años, no se conoce de país alguno que, deliberadamente, haya destruido su industria nacional.
Resulta interesante acotar que la industria manufacturera puede sostener el crecimiento gracias a episodios más prolongados y menor inestabilidad. Una mayor participación del sector manufacturero en el inicio de un episodio de crecimiento, asegura el crecimiento. De acuerdo con los efectos sobre la duración, las posibilidades de que finalice una etapa de crecimiento se reducen considerablemente cuanto mayor es la participación de la industria manufacturera en el inicio de dicha etapa.
Plan País: El consenso nacional para reconstruir a Venezuela
Venezuela puede recuperar rápidamente la senda del desarrollo si se articulan elementos como un buen plan, consensuado y realista, e instituciones públicas y privadas alineadas. La experiencia internacional reciente (Portugal, Irlanda, Vietnam), permite inferir que, después de un cambio de políticas y de modelo económico, la recuperación puede llegar de forma sorprendentemente rápida. El resultado de acuerdos junto con gobiernos estables y pro reformas modernas y actualizadas, permitiría un rápido restablecimiento de la confianza y una rápida reanudación del crecimiento.
Independientemente del tamaño o población o de la dotación de recursos naturales, los países tienen el desafío y la obligación histórica de diseñar y ejecutar un plan que convoque a los principales sectores locales o foráneos, es decir, a la sociedad en su conjunto, para delinear un futuro de mediano y largo plazo. No se puede presentar como un hecho coyuntural, se trata de un proceso de acción permanente y estructural.
A pesar de la tragedia social y económica que ha sufrido Venezuela en estos 20 años, la sociedad civil no se ha rendido, es casi una acción épica de una enorme trascendencia democrática. Desde la óptica empresarial, porque la ciudadana está muy clara, las empresas con sus empresarios han resistido hasta el límite. Venezuela no se ha rendido. Hoy tenemos una perspectiva de futuro esperanzadora, con un liderazgo político renovado.
Desde el año 2013, se han venido conformando y organizando grupos de trabajo. Los llamados “núcleos”, fueron un importante esfuerzo desarrollado por un amplio grupo de especialistas. Este trabajo derivó en lo que hoy conocemos como el PLAN PAÍS, que hoy presenta el Presidente de la Asamblea Nacional y Presidente (E) de la República, Juan Guaidó.
El PLAN PAÍS tiene entre sus distintos postulados, lo relativo a las acciones en materia de políticas económicas, orientadas a elevar la calidad de vida de los venezolanos y que se enmarcan en tres fases: (i) la atención de la emergencia humanitaria compleja; (ii)la estabilización de la economía, y (iii) las reformas estructurales.
Ante el deterioro de la economía caracterizado por la opacidad de cifras oficiales se requiere para iniciar la recuperación, de asistencia financiera internacional extraordinaria de organismos multilaterales, préstamos bilaterales, donaciones internacionales, reestructuración de sus compromisos de deuda externa y del aumento significativo de su producción petrolera. Se trata de acciones trabajadas y, discutidas entre economistas, empresarios, partidos políticos y sociedad civil, en un consenso inicial muy auspicioso.
Se propone una “significativa expansión fiscal” financiada con recursos externos para abordar la emergencia humanitaria y el colapso de los servicios públicos.
La elaboración y aprobación del presupuesto nacional, son elementos esenciales para la estabilidad económica, el impulso al crecimiento y la viabilidad de los programas sociales. En él deben considerarse explícitamente las metas de crecimiento, inflación y tipo de cambio, teniendo en cuenta el efecto esperado de las propias políticas del gobierno y de la variación estimada de los precios del petróleo; así mismo se restablecerá la unidad del tesoro, simplificando el mecanismo de recolección de tributos y eliminando las contribuciones parafiscales confiscatorias.
Un aspecto de gran dimensión es el relativo a las empresas del Estado. Sabemos que existen alrededor de 1.000 empresas públicas, la mayoría (o la totalidad?) de ellas en pésimas condiciones financieras y productivas. El Plan propone que serán reestructuradas, “explorándose mecanismos de transferencia de activos al sector privado así como instrumentos de participación de los trabajadores, cuando ello permita aumentar su eficiencia y la calidad de su gestión”. Conindustria en su propuesta propone una RUTA muy clara sobre qué hacer con este tema, que anticipamos de grandes dimensiones.
Un aspecto ineludible será el relativo al ajuste de los precios de los combustibles y las tarifas de los servicios públicos; todo ello en el marco de los programas sociales de subsidios directos.
Se restablecerá la independencia del BCV, se eliminará el control de cambio y se establecerá la libertad para transar moneda extranjera, con la debida regulación y la aplicación de normas prudenciales por parte del Banco Central, del Ejecutivo Nacional y de la Asamblea Nacional.
Finalmente, en el ámbito económico se aborda el abatimiento de la hiperinflación. Se propone adoptar un sistema de anclaje cambiario que estará respaldado con los recursos obtenidos en la estrategia de financiamiento internacional, y del programa fiscal, monetario y de reformas que sea adoptado.
Hemos llegado con enorme dificultad hasta el día de hoy. Lo que hemos vivido en estos años es una auténtica tragedia, en todos los órdenes de la vida nacional, pero hoy tenemos un Plan, contamos con gente comprometida, existen los consensos políticos indispensables y un liderazgo político claro. Lo que nos espera entonces, es el desafío emocionante para reconstruir a Venezuela!
Por: Juan Francisco Mejía Betancourt
Consultor Conindustria